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lunes, 3 de febrero de 2014

El problema no es la titularidad sino cumplir con la ley eléctrica


Esta nota fue publicada por el Diario Perfil del domingo 2 de febrero de 2014
 
Si bien la verdadera situación del sector eléctrico argentino se pone de manifiesto frente a la opinión pública cuando su gravedad obliga a disponer cortes masivos de energía en todo el país, la crisis se viene gestando desde hace años.  En efecto, la confiabilidad del sector eléctrico es hoy muy baja cuando, hasta el 2002, la calidad y seguridad de suministro era muy buena.  Hoy, las autoridades tienen que recurrir a los cortes eléctricos similares a los del año 1989 porque las reducciones que en forma sistemática desde hace años en los picos de demanda son aplicadas forzosamente a la industria ya no alcanzan a disimular el problema.

Sumado a ello, la inflación y los grandes desembolsos de divisas por compras de fueloil y Gas Natural Líquido plantean con toda crudeza la necesidad de que el Estado equilibre sus cuentas y termine con las fuertes transferencias de fondos desde el Tesoro hacia CAMMESA y ENARSA, mostrando así la crisis estructural de la industria eléctrica y haciendo evidente que el Estado no puede más.

Al ser una industria que requiere grandes inversiones de capital, necesita estabilidad de reglas y condiciones a largo plazo.  De ahí que es incomprensible que se amenace a ciertas licenciatarias con el “fantasma” de la re-estatización como si ello produjera “mágicamente” el dinero fresco que hace falta para readecuar la industria.   Es un clásico Gatopardismo argentino que se puede cambiar la titularidad del propietario pero que no soluciona la falta de ingresos genuinos en el sector. En cambio, el gobierno debería considerar alternativas para que el sector eléctrico alcance el autofinanciamiento a largo plazo.

El servicio de electricidad, en Capital Federal y Gran Buenos Aires,  está en manos de privados desde 1992, pero la injerencia del Estado ha sido tan grande desde la crisis del 2002 que sería ingenuo creer que la situación actual del sistema eléctrico es culpa de las privatizaciones de los 90´s.  De ninguna manera la privatización fue considerada como una opción mágica, que aplicada en forma aislada contaba con razonables posibilidades de corregir distorsiones estructurales sin hacer las millonarias erogaciones que se han hecho.  Pero en aquel entonces se dictaron leyes y reglamentos que posibilitaron la readecuación energética. En aquella época el país se dio el lujo de hacer disputar a los más capaces de la industria eléctrica en el mundo y le otorgó la concesión a aquellos que más ofrecían a través de procedimientos de selección transparentes y competitivos.  Es más, hasta el Banco Mundial le solicitó al país dar conferencias hasta en la India sobre aquella transformación y sus resultados.

Hoy, la generación de electricidad es claramente insuficiente.  Por ejemplo, la demanda máxima registrada el pasado 23 de diciembre fue de 23.794 mega watts (MW), con una temperatura de 34.5°,  ya se habían desconectado muchos grandes usuarios y había cortes de suministro en varios lugares de Capital y Gran Buenos Aires.  Cualquier contingencia de generación o de transporte en alta tensión hubiera resultado en un colapso generalizado en todo el país.  Las posibilidades de ocurrencia eran y siguen siendo ciertas.  Idéntica situación se produjo el pasado viernes 17 de enero cuando la demanda máxima fue de 23.978 MW, con una temperatura de 35.7º,  pese a que para ese entonces las importaciones de electricidad desde Uruguay se habían casi duplicado de 334 MW a 600 MW.

¿Qué ha sucedido desde el 2002  hasta ahora?  Observemos la evolución de la demanda máxima de electricidad y comparémosla con las incorporaciones de nueva generación térmica.  Vamos a ver que desde 1992 hasta el 2003 ambas crecieron al unísono, la demanda máxima en 5.324 MW y la nueva generación térmica en 6863 MW.  Lamentablemente, durante la última década, la demanda creció en 9.435 MW mientras que la nueva generación térmica en sólo 4.958 MW.  Las centrales hidroeléctricas tienen plazos largos de construcción, pero con la ventaja de que el combustible es el agua del río que utiliza.  Hasta el 2003 construimos 3.351 MW hidráulicos mientras que en los siguientes 10 años sólo 253 MW.

Estas observaciones responden muchas de las preguntas que se hace la gente cuando le “cortan la luz” en sus casas o los empresarios cuando pierden producción y ventas. 

¿Por qué no invertir más en generación?  En estos 21 años la rentabilidad sobre los activos (ROA) de generación térmica e hidráulica fue negativa de aproximadamente -1,8% en promedio cada año.  En los primeros once años hasta el 2002 fue positiva +4,4% mientras que en los siguientes diez años hasta el 2012 fue negativa de -7,5%.  La producción o generación de electricidad es considerada una actividad apta para ser explotada con amplia libertad por capitales privados de riesgo.  Se entiende entonces por qué es tan difícil convencer a quienes tienen el capital a que financien expansiones en generación teniendo en cuenta estos magros indicadores.

Las actividades que constituyen monopolios naturales como la distribución eléctrica, en Capital Federal y Gran Buenos Aires son desarrolladas por operadores privados y reguladas por el Estado a través del ENRE para garantizar una adecuada protección al consumidor.  Se fijó una tarifa base que pueden cobrar al usuario, vigilando que las concesionarias no obtengan una rentabilidad excesiva y un régimen de control de calidad servicio técnico (frecuencia y duración de las interrupciones) y de calidad del producto técnico (nivel de tensión y perturbaciones).  Es decir, que las empresas ofertaron un canon por la tarifa que le podían cobrar a un número de usuarios cautivos, pero a los que debían darles una determinada calidad de servicio (sin cortes) y de producto (220/380V reales).  Las fallas de las empresas las pagaron en multas.  En total hasta 2011 el ENRE informó haber multado a las concesionarias bajo su control en $568 millones.

¿Por qué no invertir más en distribución?  En estos 21 años la rentabilidad sobre los activos (ROA) de distribución fue negativa de aproximadamente -6,2% en promedio cada año.  En los primeros once años hasta el 2002 fue positiva +3,9% mientras que en los siguientes diez años hasta el 2012 fue negativa de -15,4%.  La distribución de electricidad es un monopolio natural pero requiere estabilidad en las reglas de juego.  Los activos de una distribuidora lo constituyen principalmente, cables enterrados, cámaras transformadoras y subestaciones que tienen un alto costo y un período de amortización mayor a 50 años.  La falta de adecuación de los ingresos de las distribuidoras repercute en la calidad del servicio que pueden prestar ya que lo primero que se paga en esas compañías son los sueldos del personal y los impuestos.

Como dije al principio, los problemas del sector eléctrico son económicos y recuerdo lo que en su momento escribí en 2004 y vengo reiterando desde entonces: cuando estaban la Chade y la Italo (empresas privadas), el gobierno de ese entonces no les dio tarifas retributivas y terminamos en Agua y Energía y SEGBA. Como tampoco el gobierno de turno les dio tarifas acordes pasamos por los cortes de 1989. Luego, en 1992, tuvimos que privatizarlas por falta de capital de inversión.

Esto comprueba que la titularidad de las compañías no es el problema, sino que se cumpla la ley. Para esto mismo sugiero el camino de volver a las condiciones de funcionamiento del sector adecuando gradualmente los cuadros tarifarios, privilegiando los sectores de menores recursos y reestableciendo la sanción de precios libres en el Mercado Mayorista Eléctrico.

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